Magnus llevaba mucho tiempo encorvado, garabateando extraños patrones en trozos de papel. A menudo indicaba a Camilo que modificara la trayectoria del helicóptero, que a veces volaba tan bajo, que casi rozaba la superficie del lago.
Después de casi treinta minutos de idas y venidas, justo cuando la frustración se apoderaba de él, Magnus por fin reunió la docena de patrones que había dibujado.
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