—Manu, ¿por qué la asustaste así? —Roselyn no pudo evitar burlarse de su hermano mientras se acercaba a Guadalupe con una sonrisa amistosa—. Tú eres la dueña de la tienda de al lado, ¿cierto? Espero trabajar contigo en el futuro.
—Ah, trabajar juntas… claro, bien, adiós. —Guadalupe, aún conmocionada, se alejó deprisa.
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