—¡Renato! ¡Vete, ahora! —gritó Macarena con urgencia.
Sabía que Renato había sido envenenado, pero debería ser capaz de esquivar la espada de la Embajadora Garnet. Letizia cerró los ojos por instinto, demasiado asustada para ver lo que estaba a punto de ocurrir. Sin embargo, Renato mantuvo la calma, sin pestañear ni una sola vez. Era su deber como Santo Guardián proteger a la Santa, aunque le costara la vida.
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