En el caso de cualquier otro hombre, escuchar a las Cuatro Bellezas expresar sus expectativas le habría hecho saltar ante la oportunidad de probarse a sí mismo, pero en el caso de Emmanuel, lo único que hizo fue sonreír con indiferencia, sin inmutarse por la espesa tensión que se respiraba en el ambiente ni por los repetidos intentos de Juana de ponerle un cebo. Sus verdaderos oponentes eran Teo Olveira y no el Santo Marcial Salvaje.
Con ese pensamiento, despidió a Juana y subió las escaleras. Estaba aquí para reclamar a su hermana. Si el jefe de la Familia Quirós se atrevía a rechazarlo, no dudaría en desatar el caos. Los ojos encantadores de Juana brillaron con irritación.
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