Santiago bebió unos cuantos tragos grandes de vino y, de repente, dio una voltereta en el aire y pateó la muñeca de Giancarlo. La mano de Giancarlo se entumeció, y su espada salió volando. Desesperado, se lanzó para recuperarla, pero Santiago fue más rápido y le agarró el pie.
—¿Cómo es posible?
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