Poco después de que el asalto comenzara, Luis Roberto se vio obligado a tomar guardia contra la gran disparidad de velocidad y habilidad de su oponente. Golpe tras golpe llovía sobre él, dejándolo nervioso y humillado a la vista de todos.
Si no fuera por su excelente resistencia física, tal vez no habría durado ni treinta segundos en el ring.
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