—Ángela, vamos. ¡Súbete al auto!
Santos llamó a su nieta cuando el vehículo de la Familia Santoro se detuvo. Se sorprendió al ver a su nieta, serena y elegante, todavía mirando en la dirección en la que se había ido el hombre con máscara de lobo, luciendo algo enamorada.
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