Cuanto más se resistía, más emocionado se ponía Benicio, pero justo cuando estaba a punto de extender la mano y tocar el rostro de la mujer de blanco, las sirenas del otro lado del río se hicieron más fuertes. Impotente, maldijo y dijo:
—Estos policías se interponen en el camino. ¡Métanlos en el maletero y llévenselos!
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