«¡Oh, Dios! Romina acaba de pedirme que la lleve a casa. ¿Ya me considera su novio? ¡Vamos, vamos! ¿Se ha enamorado de mí, aunque solo le haya salvado la vida una vez? ¡Dios mío! Cuando llegue a su casa, voy a conocer a sus padres. Maldición, esto está sucediendo mucho antes de lo que pensaba. ¿Y si sus padres esperan algo más de mí, como una boda que cueste más de lo que tengo? ¿Qué voy a hacer? ¿Romper con ella? ¿O trabajar duro para ahorrar cada centavo? ¡Argh! ¡Qué dolor de cabeza!».
—¿Está todo bien? —Romina preguntó, sin entender por qué Solano no había respondido.
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