—No está bien —dijo Emmanuel—. Las palabras deben ser respetadas. Cualquiera, Tomás, Ricardo y Enrique se atreverá a intimidarnos si te dejamos ir así.
Con eso, le echó una mirada al Maestro Serpiente, quien comprendió y retorció su cuerpo como una cuerda, flexible y sin huesos, rompiendo el brazo derecho de Everardo.
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