Emmanuel aceptó la explicación dada por la mujer de rojo. Sin embargo, Macarena permaneció sentada en el auto. Temía que, al salir del auto, pudiera llevarlos directo a una trampa enemiga. Después de todo, la mujer ante ella era una asesina astuta y sin escrúpulos.
—Macarena, ya que estamos aquí, entremos y veamos por nosotros mismos.
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