Aunque la ropa que Solano trajo era común, no podía ocultar su impresionante belleza. Sin embargo, el enrojecimiento en sus mejillas no había disminuido.
—Lo siento mucho, Emmanuel. Te he causado problemas de nuevo, ¿verdad? —preguntó Sara con gran pesar—. Solo quería traer a Ada aquí. Nunca esperé que algo así sucediera...
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