Juvenal estaba aún más presionado ahora después de escuchar lo que había dicho Salvador.
«Si convenzo a Renata de que no lo haga, seguro alguien dirá que nos negamos a intentar salvar a la paciente, ¡y nuestra reputación como médico se resentirá por ello! Además, ¿qué pasaría si le permito ir y el tratamiento no consigue tratar a la Señorita Laborda? En vista de las amenazas anteriores del General Laborda, ¡no puedo arriesgarme a que mi hija se vea arrastrada!».
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