Gonzalo nunca había pensado que el otro hombre tuviera el valor de pegarle, y mucho menos de abofetearle tan de golpe. Justo cuando estaba a punto de entrar en un arrebato de ira, Emmanuel volvió a abofetearle con el dorso de la mano.
¡Zas! Sólo después de que Emmanuel diera dos bofetadas a Gonzalo, se quitó el polvo de las manos, satisfecho.
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