Ricardo nunca había ganado una discusión contra su mujer. Por fin, llegaron a un acuerdo para regalar a Sergio los suplementos para compensar ochenta mil de su deuda de póquer. Sergio ni siquiera pensaba cobrar la deuda, así que pensó que no tenía motivos para rechazarla cuando ella misma se la entregó. Por curiosidad, preguntó a Amanda en voz baja:
—¿Eres pariente de la señorita Quillen, que estuvo el otro día en casa de tu tío?
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