Capítulo 349 El escándalo
Ya que ella sabía con anterioridad, cuando estaba dormida, que él se había colado a su cama, en realidad no estaba sorprendida; el sol invernal brilló a través de la ventana y dejó que un sentimiento de cálido y gentil entrara a la habitación. Anastasia empezó a alejarse con suavidad, mientras que las respiraciones de Elías indicaban que seguía durmiendo con profundidad. Era raro que ella tuviera tal oportunidad de nada más admirarlo y apreciar su apariencia, así que, ella de inmediato tomó la oportunidad y observó sus ojos y cejas de cerca con sus brillantes ojos. ¡No era necesario decir lo guapo que estaba! Todo lo que ella podía pensar era en que cada una de las orillas y ángulos de los rasgos faciales que tenía marcaban todas las cajas de los puntos estéticos ideales para ella. La apariencia de Elías no tenía defecto alguno y era la definición de la cara perfecta, pues lucía como si hubiera sido tallada con delicadeza por un par de manos muy habilidosas. Aquellas pestañas largas y gruesas rozaban con gracia sus párpados inferiores y había un encanto puro como el de un niño en su aspecto.
No obstante, Anastasia sabía que una vez que aquellos ojos se abrieran, arderían con mucha fuerza, como un emperador; por lo tanto, ella seguía prefiriéndolo, mientras siguiera dormido, pues se miraba como un niño grande sin todas las agresiones. Poco a poco, su mirada bajó y se deslizó desde la quijada refinada hasta su sexy manzana de Adán y luego hacia la piel color miel cercana a su pecho. Ella incluso les dio un vistazo a los músculos macizos de esa misma zona y después de notar eso, apartó la vista con prontitud; ella sabía que tenía que dejar de verlo, de otra manera, parecería que ella estaba cometiendo un crimen. Pero, no había duda alguna de que, incluso cuando dormía, tenía un aura noble a su alrededor, lo que hacía que la gente no se atreviera a acercarse a él, sino más bien admirarlo desde lejos. Seguido de eso, Anastasia no pudo evitar salir de sus brazos y levantarse de la cama con toda la gentileza posible; cuando miró la hora, estaba consternada al descubrir que ya eran las diez y media.
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