Capítulo 213 Destrozar a mi hija
La sangre le brotó al cerebro, mientras se le sonrojaban las mejillas. Anastasia se congeló ante los movimientos de Elías, cuyo beso cálido era todo lo que podía sentir en los labios, uno prolongado y desesperado, el cual le dio para mostrarle que no iba a despreciarla.
La mente de ella se quedó en blanco al dejarse dominar por Elías. Cuando él la soltó, puso su frente contra la de ella y murmuró con una voz baja y ronca:
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