—¿De verdad crees que soy más débil que tu guardaespaldas? —preguntó Obed en tono cómplice.
—No se trata de eso. Es que no soporto la idea de que estés en peligro —replicó Silvia, con las mejillas ligeramente sonrojadas. —Significas mucho para mí. Claro que me preocuparía por tu seguridad.
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