Capítulo 1936 Aunque fuera su último aliento
No había señales de presencia humana en este espacio desolado y aterrador. El corazón de Julia latía cada vez más deprisa. Cuando se percató de que cada vez había más motos de nieve al borde de la carretera, se le apretó el pecho y los ojos se le llenaron de lágrimas. No podía calmarse cuando su corazón estaba lleno de miedo, inquietud e incluso desesperanza.
Justo entonces, Julia oyó que alguien preguntaba justo delante. —¿En qué coche está la señorita Rueslas?
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