Obed recibió el vaso del camarero y bebió un poco. Luego miró con desaprobación a la mujer sonriente. —No vuelvas a hacer eso.
—¿Hacer qué? ¿No puedo obligarte a que vengas a verme? —Tras decir eso, Silvia murmuró: —¿Quién te ha pedido que ignores mis mensajes?
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