Fue en ese preciso momento que los guardaespaldas supieron que la chica era sólo una forma para que el enemigo localizara su ubicación. Enseguida levantaron sus escudos y se colocaron alrededor de Eliamar y Reinaldo. Podían oír las balas que volaban por el aire desde todas las direcciones. Eliamar se limpió la sangre de la cara y se llevó a la niña a la fuerza. Reinaldo se tambaleó un poco y se agarró al hombro de Eliamar.
—Estoy bien. —Respiraba con dificultad.
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