—¡No teman, que estoy aquí! —Emmanuel hizo un gesto a las mujeres para que se quedaran detrás de él.
Además, confió su cuchillo militar a Beatriz. Si le ocurría algo, aún podría protegerse un poco. Cuando los guardaespaldas abrieron la puerta, entró en el edificio una mujer de buen aspecto con abrigo negro y gafas de sol.
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