Capítulo 82 El jurado
Marina era incapaz de prestar atención a una sola palabra de lo que decía Dolores, ni a las interminables preguntas que le hicieron todos los miembros del tribunal, sin excepción. Confiaba en ella y sabía que no caería en contradicciones, ni se dejaría engañar o confundir por el interrogatorio. Ella sólo podía luchar contra su urgencia por alzar la vista y mirar a Castillano.
Ya había cometido ese error, y él la había reconocido. Por fortuna, nadie parecía haberse percatado. No podía permitirse ceder a la tentación y volver a poner todo en peligro. Era una suerte que el defensor se hubiera sentado entre ellos. Lo único que se le ocurrió fue rezar para sus adentros. Mantener las manos cruzadas con tanta fuerza que sus nudillos se blanquearon y rezar.
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