Capítulo 135 La perla y el león
Fueron meses de contar los días hasta volver a verse y atesorar cada hora que pasaban juntos. No importaba adónde enviaran a Castillano, porque cualquier cambio de planes se solucionaba con una esquela a Port-de-Paix en cualquier barco que zarpara en esa dirección, y de allí llegaba a manos de Marina en cuestión de horas. De modo que si no cubría la ruta a Trujillo, en algún momento de la travesía el Nuevo León se encontraba con el Espectro, que llegaba volando sobre las aguas a cortarle el paso.
Don Carlos no cesaba de felicitarse por haber contratado a los dos renegados. La amistad de Alonso con la elite filibustera de Tortuga lo hacía el único que pasaba con mercantes cargados frente a la isla, intercambiando saludos en vez de cañonazos con los piratas que se cruzaba. Y ahora también los cargamentos escoltados por el Nuevo León gozaban de inmunidad, gracias al rumoreado romance entre Castillano y la Perla del Caribe, ya que ningún pirata, sin importar su nacionalidad, se atrevería a meterse con el hombre que ella distinguía con su afecto.
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