Capítulo 91 Un libro al azar
Cenaron en el comedor de diario, lo cual hizo sentir a Dolores lo bastante audaz para presentarse en un atuendo mucho menos lujoso y más cómodo que sus habituales vestidos de reina. La puerta a la cocina permanecía abierta. El guardia nocturno cenaba allí, más ocupado en hacerse el galante con las doncellas que en vigilar a su prisionero. Mientras ocupaba su lugar en la mesa, Dolores regañó a Marina por sus ropas tan anodinas. La muchacha comprobó que la expresión de Castillano le daba la razón a Dolores y se volvió hacia Alma, que se había sentado a comer con ellos. La antigua nodriza enfrentó a los otros dos con ceño adusto.
—En caso de que no tengáis ojos en la cara, sabed esta niña no precisa sedas y encajes para ser hermosa —los regañó.
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