Capítulo 132 Vivir por ella
Castillano cruzó la cubierta del Espectro intentando percibir la madera bajo sus pies, el aire en sus pulmones, las luces tenues de los candiles sobre cubierta. Podía considerarse afortunado de haber sido capaz de detenerse un paso antes de caer al agua, y en realidad sólo lo hizo porque Maxó se le cruzó delante y lo precedió escala abajo hacia un bote, donde De Neill y Oliver aguardaban. Le llevó tal vez una semana reparar en que los reconocía de cuando su niña lo tomara prisionero, aquella noche a bordo de la Santísima Trinidad.
De Neill mandó a Maxó a sentarse a la otra punta del bote, y el pirata empuñó los remos gruñendo y refunfuñando. Castillano atinó a sentarse, los ojos en las puntas de sus botas y el ceño fruncido. Remaron con rapidez hasta el Nuevo León, donde los españoles se asomaban por encima de la borda como para escorar el bergantín.
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