Capítulo 68 Traición
Nadie fue capaz de contener a Morris cuando regresó a la casa de placer. Subió a paso de carga hacia la habitación de Marina, mas se detuvo apenas cruzó la puerta, los ojos agrandándose de espanto al verla.
Las mujeres habían colgado lámparas de los postes de la cama y dos de ellas se afanaban sobre sus piernas con pinzas, procurando sacar todas las astillas aún clavadas en su carne. Un hombre de edad hacía lo mismo en las manos de la muchacha. Habían logrado hacerle beber un poco de láudano luego de que Castillano se marchara, para evitar que su ausencia la agitara, y ahora yacía boca arriba en la cama, inmóvil, la frente y los ojos cubiertos por un paño húmedo.
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