Capítulo 83 Demora
Así como había salido de San Juan de Ulúa sereno y preparado para recibir su sentencia de muerte, Castillano regresó al frío cuarto del Baluarte de Santiago de mal humor, gruñendo por lo bajo y deseoso de que lo dejaran solo. Tan pronto como cerraron la puerta con llave, aprovechó que no tenía mirillas para que los guardias lo espiaran y descargó un par de puntapiés contra las paredes, soltando unos tacos marineros que hubieran hecho enrojecer a una estatua de San Agustín. Se dejó caer en el catre, la cabeza entre las manos, aún echando sapos y culebras.
¿Qué demonios hacía allí la maldita niña? ¿Es que ni siquiera le permitiría morir en paz? No contenta con haber trastocado su vida y hacerlo quebrar todo sus votos, ¡ahora venía a trastocar hasta su muerte! ¿Qué diablos…?
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