Capítulo 13 Un sueño hecho realidad

Los dos días siguientes transcurrieron como un sueño para Marina. La tripulación la recibió con afecto, y todos tendían a dejarle las tareas más simples y livianas. Hasta que Morris la envió a buscar algo a la bodega y los reprendió. La muchacha notó sorprendida que luego de su excursión bajo cubierta, los piratas murmuraban una disculpa antes de pedirle que hiciera tal o cual cosa, pero no le dio importancia. A pesar de no ser robusta, era fuerte y ágil, y acometía cada tarea que le encomendaban con entusiasmo, de modo que los hombres pronto dejaron de preocuparse. Al mediodía, bajo el rayo del sol tropical en aquella bahía reparada del viento, Marina sudaba copiosamente mientras acarreaba sacos de provisiones. Maxó lo advirtió y la detuvo bajo cubierta antes de que fuera por otro saco. Le indicó que lo siguiera y la guió a popa. Allí le hizo señas para que se sentara en la cureña de uno de los cañones. —Quítate esas botas, perla —dijo, sacando un puñal de su faja. Esperó a que la muchacha se descalzara y le sujetó un tobillo. Marina se quedó muy quieta cuando el pirata introdujo con cuidado la punta de su hoja a través del pantalón. Maxó sostuvo la tela para mantenerla separada de la piel de Marina y cortó por encima de la rodilla. De un tirón arrancó la parte inferior de la pierna del pantalón, luego hizo lo mismo con la otra pierna, y también con las mangas de la casaca de Marina. —Así estarás más cómoda. Y no te molestes con esas botas tan gruesas, descalza andarás mejor. Marina se paró mirándose y rió alegremente. —¡Gracias, viejo lobo! —exclamó, y se fue a todo correr de regreso a su tarea. Todos sonrieron al verla aparecer con esas bermudas improvisadas y los brazos desnudos, y Wan Claup sólo pudo suspirar, meneando la cabeza. Trabajaron sin descanso hasta que el sol comenzó a declinar. Quedaba poco por hacer al día siguiente, y de regreso a tierra, la tripulación decidió terminar la dura jornada como correspondía: en una taberna. Cecilia aguardaba en el muelle, y estuvo a punto de desmayarse al ver a su hija tomar tierra descalza y medio desnuda, trayendo las botas en la mano. La apuró para que subiera al carruaje y cerró las cortinas, pálida y agitada. —¡Por gracia de Dios, Marina! ¿Cómo te atreves a mostrarte así? —exclamó. —Me estaba quemando viva con tanta ropa, madre —respondió Marina muy tranquila—. Y todos los demás estaban vestidos más o menos como yo. —¡Desvestidos, querrás decir! La risa suave de Wan Claup lo hizo blanco del disgusto de su hermana, pero alzó una mano antes que ella pudiera regañarlo. —Tranquila, Cécile. La perla dice la verdad. Hacía demasiado calor para pantalones y mangas largas, y mis hombres se colgarían solos de un penol antes de mirarla. De regreso en su casa, la muchacha fue directo a la cocina, donde su atuendo provocó un nuevo revuelo, y tuvo que esperar que Tomasa y Colette se calmaran para pedirles algo de comer. Colette le sirvió un generoso plato mientras la negra le preparaba el baño. Marina devoró cuanto la cocinera le puso delante, y le costó mantenerse despierta hasta salir de la tina. A la hora de la cena, ya estaba dormida en su cama, derrengada pero feliz. Cecilia se asomó a su habitación para apagar el candil y la encontró sonriendo en sueños, las mejillas arreboladas por el sol. El día siguiente fue mucho más sencillo. Había menos trabajo a bordo, y pasado el mediodía, Marina se tomó un descanso con Maxó y De Neill sobre cubierta. Los piratas le enseñaron el nombre de todas las velas, hasta el último foque, y la hicieron repetirlos hasta que los supo de memoria. Por la tarde tuvo oportunidad de trepar al trinquete con ellos, y se sentaron los tres en una verga a estudiar cómo se amarraba el velamen. Regresó a su casa con Wan Claup más temprano que el día anterior, y en esta ocasión tuvo el buen tino de cambiarse antes de desembarcar. Su madre y Tomasa no habían estado ociosas, y la recibieron con un arcón donde halló varias mudas de ropa, que hasta incluían casacas sin mangas, pantalones cortos y sandalias de cuero para que no tuviera que andar descalza. El “ajuar”, como lo llamó Wan Claup divertido, contaba también con una camisa de lino fino, pantalones largos, chaleco, calcetines y un capote por si encontraban lluvia. Cecilia echó a su hermano del dormitorio de su hija y se encerró allí con ella. Esos dos días, Cecilia la había ayudado a fajarse el pecho por la mañana, tanto por comodidad como por recato, pero una vez que zarparan, Marina debería ser capaz de hacerlo sola. Cecilia se sentó junto a la ventana a observarla intentarlo. —Esto es un infierno —gruñó la muchacha, forcejeando con la ancha banda de lino, lo bastante larga para dar varias vueltas alrededor de su torso. —¿Prefieres usar corset? —bromeó Cecilia, y suavizó su acento para preguntar: —¿Cómo te sientes hija? ¿Estás contenta? Una amplia sonrisa iluminó el rostro de la muchacha al asentir, y sin darse cuenta terminó de fajarse sin inconvenientes. —Sí, madre. ¡Jamás creí que sería tan feliz! Y no puedo esperar a mañana. ¡Zarpar! ¡Navegar! —Marina se arrodilló a los pies de Cecilia y apoyó la cabeza en su falda—. Nunca podré terminar de agradecértelo, madre. —No sólo a mí, hija —respondió Cecilia con ternura, acariciándole la cabellera renegrida—. Fue tu tío quien lo hizo posible. ¡A pesar de que hace sólo dos años casi se nos muere cuando descubrió que leías y escribías! Marina rió con ella y se echó encima una casaca. —¿Cenamos? Estoy famélica. Cecilia se incorporó riendo por lo bajo. —¡Dios nos proteja! Aún no has salido del puerto y ya hablas como Laventry. Muy temprano en la mañana, Marina y Wan Claup abordaron el Soberano, donde la tripulación ya trabajaba para zarpar con la marea. La muchacha hubiera querido trepar por el cordamen para trabajar en las velas, pero Jaques Briand, el flamante contramaestre, la asignó a un cabo del palo mayor. Marina se sumó a los cuatro hombres que jalaban con energía, repitiendo con ellos una de las sencillas canciones que utilizaban para mantener la cadencia de toda tarea que se realizaba en grupo, como levar anclas o izar las velas. Con De Neill al timón, el Soberano describió una curva majestuosa, sorteó la escollera que cerraba la bahía, oculta por la marea, y puso rumbo al este. Wan Claup le había explicado a Marina que como el curso que tomarían era en dirección opuesta al viento predominante del sudeste, navegarían a bordadas, un zigzag que les permitiría avanzar manteniendo el viento de flanco. Marina trabajó sin descanso hasta pasado el mediodía. Entonces se procuró un bocado y fue junto a De Neill, que aún timoneaba con mano segura. Poco después dejaban atrás el extremo oriental de Tortuga. Morris la llamó entonces y la condujo a proa, a la amura junto al bauprés. Los ojos de Marina brillaron en medio de todo aquel azul, llenos de lágrimas de una emoción desconocida que colmaba su pecho, como si fuera a ahogarla. Era la primera vez en su vida que contemplaba aquella vista, y sin embargo, sintió con una intensidad sobrecogedora que aquél era su lugar. Aquello era lo que había soñado, lo que había llenado de anhelo su corazón. Lo que la había estado aguardando para darle la bienvenida y no dejarla ir nunca jamás. —Mira, perla —dijo Morris, su mano abarcando la inmensidad que se extendía ante ellos—. El mar abierto.
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Índice
Capítulo 1 La revuelta Capítulo 2 El fantasma Capítulo 3 El fin Capítulo 4 La niña Capítulo 5 El secreto Capítulo 6 Opiniones encontradas Capítulo 7 Decisión final Capítulo 8 Una lección de esgrima Capítulo 9 Vestigios del pasado Capítulo 10 En otra noche de tormenta Capítulo 11 Una idea controvertida Capítulo 12 Cambios Capítulo 13 Un sueño hecho realidad Capítulo 14 El llamado del mar Capítulo 15 Sal en la sangre Capítulo 16 Despojos a la deriva Capítulo 17 Una amenaza en el horizonte appCapítulo 18 Un plan arriesgado appCapítulo 19 Primera sangre appCapítulo 20 Wan claup appCapítulo 21 El corazón del mar appCapítulo 22 Revelación appCapítulo 23 En medio de la noche appCapítulo 24 Pasado y futuro appCapítulo 25 Nuevo rumbo appCapítulo 26 Los primeros pasos appCapítulo 27 Prueba de fuego appCapítulo 28 Historias de la mar appCapítulo 29 El doña margarita appCapítulo 30 Nuevas de la mar appCapítulo 31 Cambios appCapítulo 32 El lugar de una mujer appCapítulo 33 Una corazonada appCapítulo 34 Al acecho appCapítulo 35 Frente a frente appCapítulo 36 Tempestad appCapítulo 37 Regreso a casa appCapítulo 38 Consecuencias appCapítulo 39 Una promesa de muerte appCapítulo 40 Velas al sud appCapítulo 41 Fragatas en el horizonte appCapítulo 42 El espectro appCapítulo 43 El golfo de honduras appCapítulo 44 Emboscada appCapítulo 45 El abordaje appCapítulo 46 Prisionero appCapítulo 47 A merced del enemigo appCapítulo 48 Una noche eterna appCapítulo 49 El león y la perla appCapítulo 50 El león en libertad appCapítulo 51 Sombras en el mar appCapítulo 52 Un plan desesperado appCapítulo 53 Los hombres del rey appCapítulo 54 El honor del león appCapítulo 55 Un rival para respetar appCapítulo 56 Conocer al enemigo appCapítulo 57 Apariencias engañosas appCapítulo 58 Un último encuentro appCapítulo 59 Maracaibo appCapítulo 60 Una procesión accidentada appCapítulo 61 Atrapados appCapítulo 62 Favor por favor appCapítulo 63 Bienvenida al infierno appCapítulo 64 Ayuda inesperada appCapítulo 65 Un rescate arriesgado appCapítulo 66 Un refugio en la noche appCapítulo 67 La casa de placer appCapítulo 68 Traición appCapítulo 69 La toma de maracaibo appCapítulo 70 Un asesino en las sombras appCapítulo 71 El almirante appCapítulo 72 Miradas appCapítulo 73 Pláticas appCapítulo 74 Un barco para la perla appCapítulo 75 El delator appCapítulo 76 Regreso a tortuga appCapítulo 77 Para salvar al león appCapítulo 78 Los ojos del renegado appCapítulo 79 Planes arriesgados appCapítulo 80 Santo domingo appCapítulo 81 Las torres de san juan appCapítulo 82 El jurado appCapítulo 83 Demora appCapítulo 84 La niña y el león appCapítulo 85 Miedo y orgullo appCapítulo 86 El golfo de campeche appCapítulo 87 Las monjas de campeche appCapítulo 88 Bajo el mismo techo appCapítulo 89 Lejos del mar appCapítulo 90 Bajo el tamarindo appCapítulo 91 Un libro al azar appCapítulo 92 Ecos del pasado appCapítulo 93 Una lucha ajena appCapítulo 94 Después de la tormenta appCapítulo 95 Visitante secreto appCapítulo 96 La verdad sale a la luz appCapítulo 97 Confesión appCapítulo 98 Las noches de campeche appCapítulo 99 Un mensaje appCapítulo 100 Juglares appCapítulo 101 Pases de mano appCapítulo 102 Temores infundados appCapítulo 103 Nuevos peligros appCapítulo 104 En las sombras appCapítulo 105 La última oportunidad appCapítulo 106 Atrapados appCapítulo 107 El chacal appCapítulo 108 Por la perla appCapítulo 109 Libres appCapítulo 110 El cebo appCapítulo 111 La furia de la mar appCapítulo 112 Camino a casa appCapítulo 113 El largo adiós appCapítulo 114 Oficio: pirata appCapítulo 115 Demasiado tarde appCapítulo 116 Caminos separados appCapítulo 117 Regreso a casa appCapítulo 118 Cambio de marea appCapítulo 119 El compromiso appCapítulo 120 Otro compromiso appCapítulo 121 Aires jamaiquinos appCapítulo 122 Una pelea de taberna appCapítulo 123 El joven lord appCapítulo 124 Un pasajero distinguido appCapítulo 125 Juegos de piratas appCapítulo 126 El nuevo león appCapítulo 127 Un beso equivocado appCapítulo 128 Pláticas de medianoche appCapítulo 129 Velas en el horizonte appCapítulo 130 En la estela de la luna appCapítulo 131 Sin una palabra appCapítulo 132 Vivir por ella appCapítulo 133 Mirada al futuro appCapítulo 134 Amores de la mar appCapítulo 135 La perla y el león appCapítulo 136 El león y los perros del mar appCapítulo 137 Promesas de la mar appCapítulo 138 Encuentro fallido appCapítulo 139 El santo vengador appCapítulo 140 Tras los captores appCapítulo 141 El suplicio appCapítulo 142 Una amarga separación appCapítulo 143 Penas de la mar appCapítulo 144 Un rayo de esperanza appCapítulo 145 Sin rumbo appCapítulo 146 Noticias alarmantes appCapítulo 147 En busca de la perla appCapítulo 148 Encuentro en alta mar appCapítulo 149 El lugar del león appCapítulo 150 El corazón de la perla appCapítulo 151 En los brazos de la mar app
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