Capítulo 142 Una amarga separación
Marina aguardó a ver que Castillano se dirigía hacia la borda de babor. Luego soltó la espada ajena, envainó la suya y se acercó a los prisioneros. Mas no los veía. Ante sus ojos sólo tenía a Morris colgando de esas horribles cadenas en el rompedero. Bañado en sangre. Muerto.
De haber estado sola, el dolor que le quemaba el pecho la habría derribado. Pero se hallaba rodeada de hombres que sólo entendían un idioma: la fuerza. De modo que convertía su dolor en furia para no derrumbarse y mantener el control de la situación. Ya tendría tiempo de entregarse a la pena inconsolable que la ahogaba. Y la culpa. Tenía toda la vida para llorar en vano por haber dejado a Morris solo en el Espectro para irse a su estúpida cita con Castillano, que ni siquiera se había molestado por presentarse a tiempo.
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