Capítulo 37 Regreso a casa
Las nubes se deshacían en jirones que revelaban retazos de cielo azul, mas aún llovía sobre Tortuga cuando el Espectro entró a la bahía de Cayona. La lluvia había barrido con vendedores ambulantes, pescadores, mercaderes y el resto del gentío que solía atestar los muelles, y Marina se sintió agradecida al ver el puerto desierto. Lo que menos deseaba en ese momento era ver gente.
Mandó fondear cerca de la salida, contando con que al día siguiente llevarían al Espectro a visitar a Lombard y sus carpinteros. Quería que lo repararan de tal forma que no quedara una sola huella de la última batalla, ni por dentro ni por fuera. Le hubiera gustado saber de algún astillero para su espíritu. Sin embargo, confiaba que una o dos semanas en su hogar, con su madre, obrarían en ella un efecto parecido a los carpinteros de Lombard en el Espectro.
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