Capítulo 108 Por la perla
El Espectro creció en el horizonte, todo el paño desplegado, devorando la distancia que lo separaba del bergantín. Marina sonreía al verlo. Como Dolores, se había quitado el vestido. Las dos iban en enaguas, y Marina desgarró los suyos a ambos lados, hasta por encima de sus rodillas, para que no entorpecieran sus movimientos. Sólo entonces la española vio que calzaba sus botas negras de caña alta, y que había ocultado bajo la falda un puñal y una pistola. Ahora había sumado el cinturón de cuero de Segovia, ajustado a sus caderas, de donde pendía la espada del general.
—¿Dónde obtuviste esas armas? —había preguntado Dolores sorprendida.
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