Capítulo 93 Una lucha ajena
La tempestad azotaba Campeche y el viento parecía empeñado en apartarla de su camino. Pero esa noche ni Dios ni el diablo podrían detenerla. Debería habérselo anticipado a los pobres infelices de la patrulla que intentara cortarle el paso. Avanzó con decisión por las calles desiertas, batidas por la tormenta, seguida por su segundo y sus otros dos hombres de más confianza. No precisaba más compañía que ellos.
Pasó el convento, cuyas campanas soltaban tañidos desvaídos a merced del viento. Estaba tan cerca. Su corazón batió con fuerza por un momento al divisar la fachada de la casa que buscaba, y guió a sus hombres a rodear el predio para colarse por la entrada lateral. Se detuvieron ante el seto del jardín en sombras, barrido sin piedad por la tempestad. Su corazón volvía a latir normalmente, y una calma fría como el hielo corría ahora por sus venas.
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