Capítulo 51 Sombras en el mar
Marina aspiró a todo pulmón el aire cargado de sal y cerró los ojos, sintiendo la caricia del viento en su piel. No quería pensar. Ya no. Sus pensamientos no le habían dado tregua desde que Castillano desapareciera tras el horizonte. Tampoco quería sentir. Le parecía que sus emociones la ahogarían en cualquier momento. A pesar de sus esfuerzos, sintió cómo se le cerraba la garganta y sus ojos se llenaban de lágrimas tras los párpados.
Su mano se movió con suavidad y lentitud sobre la borda, ansiando esa sensación a la que ya se había habituado. Ese abrazo cálido e invisible, la certeza de que no estaba sola. Pero en esta ocasión no le ofrecía ningún consuelo, porque se le antojaba un llamado insistente que no deseaba responder. No quería reunirse tan pronto con su padre y su tío. No quería fundirse en las ondas de zafiro y oro que se agitaban contra su barco. No aún. No así, para entretenimiento de una horda ávida de sangre, que vivaría enardecida cuando su cuello se rompiera.
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