Capítulo 57 Apariencias engañosas
Sin nada mejor qué hacer, Marina dormitó buena parte del día. Había pasado en vela las últimas tres noches y estaba agotada y dolorida. Sabiendo que nadie iría a molestarla, se aseó un poco. Con el agua restante, volvió a mojar el pañuelo y el chaleco de Castillano, para aliviar los cardenales de su vientre y su ojo amoratado. Iba a tener sed, pero no había nada que pudiera hacer al respecto, de modo que procuró ignorarlo.
Así la encontró Castillano a media tarde, arrebujada en su chaqueta tras las bolsas de harina, profundamente dormida. Desde la puerta parecía desmayada, de modo que dejó pasar al ayudante del cocinero a buscar lo que precisaba y lo despachó rápidamente. Entonces fue a sentarse al rincón donde ella estuviera en la mañana, la espalda contra las bolsas, los brazos en sus rodillas alzadas. Y la niña dormida a un paso, confiada e indefensa.
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