Capítulo 31 Cambios
Sólo seis meses atrás, Castillano había jurado que jamás volvería a servir de escolta de “pomposos funcionarios perfumados como mujeres”. Sin embargo, tras tantas semanas de patrulla de Veracruz a Maracaibo y de regreso, se habría echado a llorar de gratitud cuando comisionaron al León para llevar a Santo Domingo a un inspector de la Casa de Contratación, con su séquito de contables, escribientes y pajes. Alonso se le reía en la cara mientras alistaban el León en Veracruz, porque Castillano se veía tan entusiasmado como cuando zarparan de Cádiz cuatro años atrás.
La cantidad de pasajeros y equipaje los obligó a reducir la dotación militar del León, pero Castillano confiaba en que eso no presentaría inconvenientes. La ruta que tomarían era bastante segura. De Veracruz alrededor del Yucatán y hacia el sud, entre Cuba y las Caimán, hasta Cabo Cruz. El único tramo riesgoso sería cruzar el Paso del Viento, siempre infestado de naves de Tortuga y Port Royal. Pero a bordo del León, hasta el último marinero sabía empuñar un arma y defender la Cruz de Borgoña. Una vez que alcanzaran la Península Tiburón en La Española les restarían sólo dos días hasta Santo Domingo. Y ya en puerto, el comandante del Fuerte Ozama les facilitaría los hombres necesarios para completar la dotación. Una vez que se “deshicieran del peluca-perfumada y sus petates”, como lo llamaba Castillano, podrían cruzar hacia Maracaibo para reunirse con la Armada.
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