Capítulo 127 Un beso equivocado
Morris ya tenía la situación controlada sobre cubierta, y al ver que su capitán y sus camaradas eran traídos desarmados y custodiados, los pocos españoles que aún resistían depusieron sus armas. Los filibusteros los reunieron en un apretado montón entre el palo mayor y el trinquete, rodeados por un cerco erizado de armas, y allí los mantuvieron mientras los jamaiquinos y los heridos eran conducidos al Espectro.
Marina se mantuvo de espaldas a Castillano, supervisando el trasbordo. A pesar de que sabía que lo más probable era que lo encontrara abordo del bergantín, volver a hallarse cara a cara con él la había conmocionado mucho más de lo que podía permitirse mostrar ante los hombres, propios y ajenos.
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