Capítulo 110 El cebo
En la urgencia por no perder el rastro de Marina, Morris había ordenado tomar el curso más directo tras el bergantín. Y algún ojo avizor en el puerto de Campeche había reconocido al Espectro, o había alcanzado a leer su nombre. El pánico había cundido en la ciudad, a pesar de que el legendario barco pirata se alejaba en lugar de acercarse. Fue suficiente para que Lorenzo y sus hombres corrieran de regreso al muelle y a sus botes. Poco después, la Santísima Trinidad desplegaba velamen, levaba anclas y se lanzaba tras los filibusteros.
El barco pirata les llevaba más de una hora de ventaja, y Lorenzo sabía que con lo velero que era, la distancia se alargaría en lugar de acortarse. No lograba comprender cómo era posible que siguiera a flote, si lo habían abandonado hundiéndose en alta mar, en medio de una tormenta. Pero el simple hecho de que no lograran avistarlo le confirmaba que era el barco de la Perla del Caribe. Lo cual tenía sentido, si la perra había sido capturada esa misma mañana allí en Campeche, en compañía del imbécil de Hernán Castillano, traidor por la ingle, de todos los motivos posibles. Pensar que él había expuesto su buen nombre por defenderlo en Maracaibo, y hasta había evitado que fuera encarcelado en el castillo San Carlos. Aquélla era una afrenta que nunca perdonaría, y que pronto tendría ocasión de cobrarse. Bien, si el carnicero de Segovia no los había estropeado demasiado.
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