Capítulo 78 Los ojos del renegado
A la mañana siguiente, Marina decidió que estaba harta de las muletas y salió a caballo después de desayunar, rumbo al astillero, para asegurarse que Lombard cuidaba bien de su barco y entendía que les corría prisa por tener al Espectro de nuevo en su mejor forma.
Cecilia invitó a Alonso a acompañarla a misa a la capilla de Fray Bernard, y aquella salida matutina se convirtió en parte de la rutina del español. Disfrutaba la caminata por aquella isla agreste, el sencillo servicio de Fray Bernard, la conversación inteligente de Cecilia. La oportunidad de conocer a la madre de Marina arrojaba luz sobre todo lo que sorprendía a quienes se encontraban de manos a boca con aquella muchacha instruida, sensible e independiente, él incluido. Tras pocos días en Tortuga,, comprendía cómo era posible que Marina fuera tan inteligente e inocente al mismo tiempo, tan valiente y audaz como generosa. Y por qué nadie que tuviera oportunidad de conocerla podía evitar apreciarla y hasta amarla. Pronto le resultaba evidente que Cecilia se había atrevido a romper todas las reglas para permitir que la naturaleza innata de su hija se desarrollara hasta convertirse en quien era. Y que en todo momento se había cuidado de criarla a resguardo de los elementos más bajos y corruptos de la sociedad que las rodeaba.
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