Elizabeth podía sentir que su rostro estaba ardiendo. Después de respirar profundamente, cambió de tema. ―No me hables dulcemente. ¿Has terminado con tus asuntos por allá? Ya casi termino aquí. ¿Quieres que vaya a ayudarte?
―No es necesario. Ya casi termino también. Hay que vernos en Adesa ―respondió Eduardo.
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