Capítulo 4 ¿Por qué vienes tan deforme?
Mauricio se retiró después de que llegaron a la escuela. Elizabeth volteó a ver el brillante letrero de oro que decía:
«Preparatoria Equinoccio».
«Esto me llena de nostalgia, no había pisado una escuela en mucho tiempo».
Le cruzó el pensamiento a Elizabeth. Después de haberse reportado ante la escuela, ella siguió a una profesora hasta su salón de clases, pero la llegada de Elizabeth al salón provocó conmoción entre los alumnos.
—Así que ella es la prometida de la familia Galicia. ¿No te parece espantosa? ¿Cómo es posible que ella pueda ser digna de los cinco hermanos Galicia?
—¡Santo cielo! Qué manera de vestir tan aburrida, aunque supongo que no se podía esperar menos de una pueblerina.
—Si ella viene del campo, me imagino que es bastante tonta en sus estudios. ¿Qué estará haciendo en nuestra clase?
…
Al ver que todos estaban hablando de ella, Elizabeth se percató al instante que ella se había hecho famosa; chasqueó su lengua al saber de inmediato quién era el responsable de eso.
«Pero qué infantil es Daniel».
Nadie en el salón quería compartir su escritorio con Elizabeth, pero a ella no le molestaba eso; ella prefirió quedarse sentada por su cuenta en su rincón. La hora del descanso había llegado, y Elizabeth tuvo la necesidad de ir al baño de mujeres; no obstante, fue detenida afuera de los baños por unas cuantas alumnas. Algunas de ellas llevaban el cabello pintado, mientras que otras llevaban mucho maquillaje puesto. Dicho de otra manera, parecían un montón de delincuentes.
Luisa Ortega amenazó de una manera dominante:
—Tú debes de ser Elizabeth Zamora. Ten un poco de razonamiento y lárgate de la residencia Galicia y lejos de Adesa, ¡no me hagas repetirlo!
Los labios de Elizabeth temblaron.
«Da al parecer que no soy muy bienvenida por la gente de Adesa. El problema es que yo también estoy aquí en contra de mi voluntad».
—¿Escuchaste lo que dijo Luisa, chica fea?
Elizabeth recobró los sentidos y respondió sin mucha preocupación:
—Sí la escuché, pero no me iré. Yo me quedaré aquí sin importar qué.
…
Mientras tanto, Daniel se encontraba recostado en su escritorio en el salón de la clase 12A; acababa de despertar de una siesta cuando escuchó a sus compañeras de clase hablar en frente de él.
—Escuché que Luisa de la clase 12F fue a darle una lección a Elizabeth. Qué lástima, este será su fin.
—Supongo que se le dará una paliza…
Daniel levantó la mirada un poco. Él fue la persona responsable de esparcir los rumores, pero su único propósito era hacerle la vida difícil a Elizabeth en la escuela. Él no quería poner en peligro su vida o era seguro que Josué lo aniquilaría, así que salió disparado de su salón de clases. Por otro lado, el baño de las chicas quedó en un completo desastre y las cuatro delincuentes que habían llegado para darle una lección a Elizabeth quedaron molidas a golpes; Luisa estaba en peor estado que las demás, pues tenía un aspecto lamentable con su cabeza sostenida debajo del lavamanos.
—Si hay algo que yo, Elizabeth Zamora, detesto más en este mundo es que amenacen. ¡Jamás vuelvas a entrometerte conmigo! ¿Comprendes?
—¡Sí, ya entendimos! ¡Fue nuestra culpa! ¡Nos disculpamos!
Elizabeth se frotó las manos para quitarse la suciedad de encima y estaba a punto de retirarse, pero en ese momento vio que Daniel estaba parado justo detrás de ella con un rostro lleno de sorpresa.
—Tú…
En los últimos días que estuvo en la escuela, él se enteró que Luisa había aprendido kickboxing.
«Y a pesar de eso, ella y las otras tres chicas terminaron de esta manera después de atacar a Elizabeth…»
Daniel sintió la repentina sensación de que Elizabeth no era una persona fácil de intimidar.
—Me he entrenado cortando árboles y escalando montañas por el campo. Ellas son terribles peleando.
Ante la explicación de Elizabeth, Daniel tuvo una epifanía.
«Así que eso es».
Después de recobrar sus sentidos, la siguió hacia afuera del baño.
—Por cierto, ¿qué estás haciendo en el baño de damas?
Elizabeth miró fijamente a Daniel, sus ojos tenían un aspecto un tanto peculiar.
El rostro de Daniel se enrojeció por la vergüenza.
—¡Eso no es asunto tuyo! Estoy aquí porque se me place —contestó Daniel antes de acelerar su paso para regresar al salón de clases.
Elizabeth se quedó sin palabras. Después de haber regresado al salón de clases, escuchó una notificación provenir de su celular que estaba en su escritorio. Era un mensaje que decía:
«¡Ayúdeme, jefa!»
«¿?»
Elizabeth mandó como respuesta.
«Estoy segura de que nada bueno saldrá de este llamado de auxilio».
Pensó Elizabeth.
«Mi enemigo número uno, Daniel Galicia de la familia Galicia, me ha retado a una carrera en el circuito Vuelo Nocturno esta noche. Jefa, por favor, necesito su ayuda».
«No, no lo haré».
«¿No fue Daniel quien te estuvo fastidiando en la residencia de los Galicia, jefa? Él es un simple estorbo, después de todo. Jefa, lo único que te pido es que me ayudes y te pagaré cinco millones una vez que ganes la carrera».
La persona era persistente en querer que ella lo ayude, por lo que Elizabeth lo contempló por unos momentos.
«De eso no cabe duda, Daniel es bastante irritante. Cinco millones no es mucho, pero supongo que es lo suficientemente decente».
Ella pensó; por ese motivo, ella contestó con pocas ganas:
«Está bien, estoy en la prepa Equinoccio. Recógeme en la tarde cuando salga de la escuela».
Después de reflexionar un poco, decidió mandarle un mensaje de texto a Mauricio para decirle que no era necesario que viniera por ella después de la escuela porque tenía un asunto que atender y que llegaría tarde a casa. Ambos se habían agregado en WhatsApp esa mañana para que fuera más fácil para él recogerla en las tardes.
Cuando él recibió el mensaje de Elizabeth, Mauricio mandó como una simple respuesta:
«Está bien».
No preguntó nada al respecto; después de todo, él no estaba interesado en ella en lo más mínimo.
…
El circuito Vuelo Nocturno era un autódromo muy popular en Adesa, ahí era donde todos los hombres ricos y gente de clase alta iban para reunirse. Una vez que el día había acabado en la escuela, Elizabeth se subió a un Lamborghini a la salida, en el cual había un conductor que era cerca de la edad de Daniel.
Jaime Torres frunció el ceño después de echarle una mirada a Elizabeth.
—¿Y tú quién eres? Creo que te subiste al auto equivocado.
Elizabeth estiró sus labios para hacer una sonrisa.
—¿A caso no me reconoces?
Jaime quedó boquiabierto por el asombro al escuchar esa voz familiar.
—¡Qué demonios! ¿Cómo es que llegó a deformarse así, jefa?
«Mi jefa es una princesa agradable y un tanto adorable. ¿Por qué vino con esta apariencia? ¡No la pude reconocer para nada!»
Elizabeth se abrochó el cinturón de seguridad y dijo con una voz relajada:
—Tenemos que encontrar un lugar en donde pueda quitarme el maquillaje antes de que vayamos a cenar.
—Entendido, jefa —contestó Jaime para luego encender el auto y arrancar.