Capítulo 1049 Tú eres el blanco
Ese breve momento se sintió como una eternidad para Marla, quien podía ver el dolor y la agonía de un corazón roto en los ojos de Irma, lo cual despedazó el suyo y destruyó por completo lo que le sobraba de su dignidad.
—Lo siento. —Era incapaz de mirarle a la cara a los demás, así que soltó a Jaime y escapó a su habitación como un gato asustado; tal vez era un viaje corto, pero de todos modos se llegó a golpear con el marco de la puerta y le dejó un moretón en el hombro, aunque ignoró su dolor y cerró la puerta lo antes posible. No pudo respirar con mayor alivio hasta que estaba inmersa en la oscuridad, entonces se recargó contra la puerta y se deslizó hasta tocar el piso. Todo estaba muy silencioso del otro lado de la puerta.
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