Melissa se dijo en su cabeza:
«Ninguna otra persona en el atelier sería tan atrevida como para ponerle un dedo encima a uno de los diseños del señor Galicia. Lo único que puedo pensar sobre esta mujer son dos cosas, ¡que está loca o que no le teme a nada para ser capaz de cortar uno de los vestidos que él creó!».
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