Capítulo 2 Ella nunca le ha temido a nada
Elizabeth por poco se carcajeaba cuando vio los rostros de los demás, pero prefirió aguantar las risas y pretendió haber sido lastimada mientras que seguía a los hermanos hacia la mansión. Uno de los sirvientes la llevó a su dormitorio, el cual fue acomodado de manera especial para ella por Josué Galicia, el abuelo de los hermanos Galicia. La decoración azul para chica y el armario lleno de bolsos, prendas y joyas, todo de lujo, dejaban en claro el cuidado que se le dio a la habitación.
Los cuatro hermanos Galicia se encontraban sentados en el piso de abajo cuando escucharon los ruidosos comentarios de Elizabeth una vez más.
—¡Cielos, qué habitación tan grande y hermosa! ¿Son todas estas prendas, bolsos y piezas de joyería para mí?
Los cuatro hermanos parecían devastados cuando Joel dijo:
—Yo no le voy a gustar, ¿verdad? Soy el más apuesto de todos aquí, pero hoy fue el día que sentí que era un error ser tan apuesto.
—¿Tú crees que eres el más apuesto? ¿A caso no tienes vergüenza?
La hora de la cena había llegado, pero Elizabeth y los cuatro hermanos Galicia eran los únicos que estaban presentes, pues Josué y los padres de los hermanos viajaron al extranjero por vacaciones, mientras que Alexánder, el hijo mayor de la familia Galicia, se encontraba en la empresa; él era el presidente del Grupo Galicia, al igual que la persona que daba la última palabra en la familia Galicia. Cada uno de los hermanos tenía su propio lugar en donde vivir, pero fueron obligados a mudarse de vuelta a la mansión para que se queden ahí a petición de Josué debido a la llegada de Elizabeth.
Cuando Elizabeth bajó a donde estaban los hermanos, ellos no podían creer que ella seguía utilizando las mismas prendas rojas floreadas con las que llegó. Alguien como Bernardo, un diseñador de moda reconocido a nivel mundial no pudo evitar preguntar:
—Señorita Zamora, hay bastantes prendas en el piso de arriba. ¿Podría cambiarse a algo diferente?
Elizabeth les echó un vistazo a sus prendas para luego responderle con confusión:
—Pero me veo linda con esto. Mi abuela me lo tejió a mano.
Los cuatro hombres quedaron sin palabras.
«¡No tenía ni idea de que aún había personas que tejían prendas a mano en la actualidad!»
—¡Ya es suficiente, pueblerina! Déjame dejarte en claro que ninguno de los cuatro nos comprometeríamos contigo, mucho menos que le agrades a Alexánder. Ten un poco de razón y lárgate de aquí por tu cuenta —dijo Daniel, quien era el más bocón de entre la familia.
Al momento de escuchar sus palabras, Elizabeth mordió su labio y respondió:
—Pero tendré problemas con explicarle esto a mi abue…
—Yo creo que en lo único que estás interesada es en el dinero de la familia. Te lo hago saber, vas a lamentar haber prolongado tu visita a nuestro hogar.
Elizabeth parecía haber sido agraviada mientras que comía su cena con la cabeza agachada. Con una cara tan fea como la de ella ante ellos, los cuatro hermanos Galicia perdieron cualquier deseo de comer.
«¿Cómo podemos hacerle entender a esta chica?»
Elizabeth tuvo un buen rato durante la cena después de que ellos se fueron, pues los platillos en la residencia de los Galicia fueron de buen agrado para ella y, además, había conseguido los efectos que ella deseaba sobre los hermanos; ni uno de los de la familia Galicia la querían, por lo que ella lograría acabar su asunto con ellos después de un año.
Después de la cena, ella se retiró a su dormitorio. Su celular empezó a sonar en ese momento sobre su cama cuando registró la llegada de un mensaje de texto, el cual decía:
«¿Ya llegaste a Adesa, jefa? ¿Cómo va todo? ¿Te fastidiaron los Galicia?»
Elizabeth levantó una sonrisa mientras leía el mensaje de texto.
«Los Galicia son un chiste contra mí».
La persona contestó con rapidez:
«¡Eres asombrosa, jefa! Pero los Galicia no son personas con las que se debería de entrometer, en especial cuando se trata de Alexánder Galicia. Ese tipo es todo otro asunto, así que cuídate de él».
Elizabeth quedó estupefacta por un momento.
«¿Alexánder? ¡Él debe de ser el hijo mayor de la familia Galicia y el mismo que tuvo una junta empresarial el día de hoy! Bueno, no lo llegué a conocer, pero ¿a quién le importa? Nada me ha atemorizado en la vida desde el día que nací».
Ella se fue a dormir después de apagar su celular. Elizabeth siempre tuvo problemas para poder dormir en camas desconocidas y puede que haya sido por esa razón que su mente no la dejaba descansar en su sueño; no fue hasta las cuatro de la madrugada que ella se despertó por la sed. Ella ya no llevaba puesto su maquillaje en ese instante y bajó para conseguir agua con sus pantuflas puestas, ella esperaba que no fuera a toparse con alguien en medio de la noche. Después de beber un poco de agua, volvió arriba y se acostó de manera soñolienta.
Ella nunca encendió las luces; por alguna razón, ella sintió diferente su cama, como si fuera más fácil de dormir en ella. No se sabe cuánto tiempo pasó hasta que la puerta se abrió y pareció que alguien levantó la colcha. Elizabeth no era una persona con el sueño profundo, por lo que se despertó adormilada cuando sintió la presencia de alguien más. Sin embargo, antes de que ella pudiera recobrar los sentidos, ella escuchó la profunda y atractiva voz de un hombre que preguntó:
—¿Quién anda ahí?
Elizabeth estaba atónita.
«¿Cómo se atreve uno de los Galicia entrar sin permiso a mi habitación a mitad de la noche?»
Ella le respondió de vuelta:
—¡Esa es mi pregunta! ¿Quién eres tú? ¡Supongo que no sabes que es muy descortés entrar sin permiso a la habitación de alguien más a estas horas de la noche!
Elizabeth no pudo ver el rostro del hombre con claridad debido a que las luces estaban apagadas, fue ahí que ella lo escuchó contestar con una mueca:
—¿Tú eres Elizabeth Zamora?