Capítulo 818 Recogí una cosita
La niña estaba despeinada y su rostro estaba tan mugriento como sus manos, lo cual era un gran contraste con sus ojos que brillaban con tanta intensidad que la hacían lucir como un ciervo iluminado por faros.
—¡No me golpees! ¡Ah! —Ella estaba asustada y empezó a sollozar, mientras que se decaían las comisuras de sus labios, pero su llanto dejó a Isaac desconcertado al instante y empezó a caminar hacia al frente y hacia atrás con desesperación.
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