Cayó la noche y los cielos se ennegrecieron cubriendo de oscuridad a la ciudad de Guegas. Jaime y Ariel siguieron el rastro dejado por Marla hasta llegar a la granja a la que llegó dos horas antes. En un inicio, el par desconocía que se trataba de otra propiedad de la familia Hernández. Confirmaron que Marla se encontraba ahí al ver su auto estacionado en la entrada. Decidieron hacerse pasar como policía internacional como ya lo había hecho antes y buscaron a la persona a cargo para interrogarla.
—¿Ha visto a algún citadelino en los alrededores de la propiedad en estos días? —preguntó Ariel con una expresión seria para aparentar ser ruda.
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