Una sonrisa de satisfacción se dibujó en los labios de la Señora Lagos mientras asentía. Frotó las palmas de las manos de Marina y parpadeó con alegría para lubricar sus ojos secos. Miró a Marina sin ningún remordimiento.
Pero Marina no se sentía cómoda. Ella sacó una sonrisa rígida en respuesta a la Señora Lagos. Su corazón se retorcía en total desorden.
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