Pasaron los días. Además de acompañar a su madre en el hospital el fin de semana, ella solo salía de su apartamento a la oficina y de regreso, con alguna parada ocasional en el supermercado para comprar comida. Tenía una vida muy simple y ordinaria.
A pesar de que no estaba muy acostumbrada al principio y perdería el sueño por extrañar tanto a Elías y Santi, su vida se fue llenando poco a poco de trabajo y se encontró con menos tiempo para extrañarlos. Pensaría en ellos cuando tuviera toneladas de tiempo libre y eso se sentía como un sueño. Ahora, ella había despertado ya de ese sueño. Con una vaga sonrisa, pensó, «quizás pronto me olvide de ellos y ellos también se olvidarán de mí… No será tan malo».
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