Elías frunció el ceño al ver salir a Zoila. Dejó de tamborilear con los dedos sobre la mesa. Elías frunció los labios mientras miraba la puerta. Sus ojos brillaban con sospecha. Desde hace tiempo, Zoila había metido la pata demasiadas veces en los trabajos que le había encomendado. Se habría callado si fueran solo uno o dos errores.
Pero permitir que Paulina se escabullera delante de sus narices era imperdonable. Además de ganarse su desaprobación, también encendió sus sospechas hacia Zoila. Hace tres años, había perdido a Marina con exactitud de la misma manera. Los ojos de Elías se llenaron de fuego implacable. Zoila no solía hacer las cosas de esta manera. La gente que trabajaba bajo su mando no cometía casi ningún error.
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