Era una noche fresca y la enorme luna hacía brillar su fría luz. Marina estaba de pie junto a la barandilla a orillas del Río Sena mientras soplaba la brisa nocturna.
El Río Sena era tranquilo y hermoso por la noche. Había un camino sinuoso a lo largo de él, iluminado por un sinfín de luces brillantes. Uno no podía evitar sentirse pensativo al contemplarlas.
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